Si las situaciones conflictivas son abordadas de manera temprana y con planificación, pueden contribuir a fortalecer los vínculos, revisar prácticas y crecer institucionalmente.
Las crisis y los conflictos forman parte de todas las instituciones. Si se abordan desde la comunicación, nos brindan una pista de los sentidos construidos que están en juego, de los vínculos que se están entretejiendo y nos dan herramientas para planificar formas de actuación que faciliten que, con el tiempo, se transformen en aprendizajes.
Todo esto implica organizarse internamente, con roles previamente establecidos, y generar espacios de escucha activa en los que las voces involucradas puedan expresarse. También implica elaborar, de manera conjunta e ineludible, mecanismos de reparación y resolución.
La institución puede desarrollar protocolos de intervención que se adecúen a su cultura institucional, así como dispositivos que promuevan la convivencia, la prevención y la resolución no violenta de conflictos.
A modo de ejemplo, tras un análisis situacional que explore las necesidades de una institución, se pueden generar reuniones de equipo, mediaciones intraescolares o actividades lúdicas que estimulen la reflexión compartida.

