O tal vez al revés: transformar la comunicación para transformar la educación. En escenarios complejos, repensar el vínculo entre educar y comunicar es clave ya que nos da la posibilidad de enfrentar los desafíos educativos con nuevas herramientas.
Si queremos transformar la educación, no alcanza con revisar los contenidos: hace falta revisar cómo hablamos, cómo contamos, qué lugar le damos a la escucha y cómo invitamos al otro a formar parte del conocimiento.
Las instituciones educativas enfrentan hoy el desafío de encontrar nuevas formas de narrarse. Hacia dentro, con sus estudiantes y docentes, y también hacia las familias y las comunidades. La comunicación, en ese marco, puede ser una aliada poderosa para multiplicar voces y recuperar la dimensión colectiva del hecho educativo.
Todo esto implica revisar enfoques y posicionamientos, romper moldes rígidos, cambiar formatos que ya no alcanzan. Afianzar lo que somos y queremos continuar siendo. Significa pensar en otras maneras de construir vínculo, de sostener la escucha, de habilitar la participación.
Donde hay diálogo, hay aprendizaje. Donde se cuenta bien, también se enseña. Por eso, tal vez, transformar la educación también empieza por aprender a decir distinto.

